Yo no escogí enamorarme de ti, pero la primera vez que te besé, nuestros dientes se rozaron por una milésima de segundo… Y fue increíble… Y la hora exacta de ese beso era la una y veintetrés, y quité la pila del reloj para que se quedase la hora detenida para siempre, parada… El minuto exacto que me besaste está metido en un reloj, para siempre, y ya nunca sé que hora es… Pero me da igual… Desde entonces miro constantemente el reloj…
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